domingo, 1 de noviembre de 2009

Kyotando bajo la lluvia

Por la mañana ha hecho un sol espléndido y he podido disfrutar del primer templo que he visitado, al lado de un bonito paseo rodeado de árboles. La gente paseaba tranquilamente con la familia o dibujaba el paisaje.

En el templo shinto, bonito pero similar a los que se pueden ver en otras partes, estaba lleno de niños vestidos a la manera tradicional. En la entrada se hacían la foto de rigor... muy profesional, podían estar como media hora hasta conseguir que el niño posara con la sonrisa y pose adecuada utilizando varios muñecos picazzu y dos ayudantes!

Cuando he acabado de ver este templo el día se ha torcido y ha empezado a llover. A partir de ese momento no ha parado. Me he comprado un paraguas por 300 Yenes (transparente...) y a tirar millas.

Luego he ido al Kinkakuji, el templo dorado. No me canso de verlo. Un monje quiso quemarlo hace años porque no pudo soportar tanta belleza. Desde luego, no le falta razón. No suelo escuchar música con auriculares, pero la ocasión lo merecía y he hecho todo el recorrido de la mano (espiritual) de Camarón. :) Curiosa experiencia.

Después de un breve paseo he parado para dar buena cuenta de un plato de Udon (fideos gordos de arroz). Brutal!

Ya que estaba cerca me apetecía ver el Ryoanji, el famoso jardín de piedras zen. No ha podido ser más acertada la decisión ya que, además de disfrutar de las extrañas piedras he conocido a un simpático japonés que hablaba italiano! Yo le hablaba en castellano, el en italiano y cuando no nos entendíamos pasábamos al japonés o inglés. Tóma ya Babel!

Me ha explicado que se iba a otro templo (Daikakuji) a hacer meditación (zazen). Evidentemente me he apuntado y nos hemos ido para allá. La experiencia ha sido muy curiosa. Entramos en una sala con tatami y nos sentamos en la posición del loto (o medio loto). En mi caso, ha sido cuarto de loto, pero es lo que hay... Las manos en una posición concreta en la boca del estómago. Espalda recta y mirando a un punto indefinido del suelo en 45 grados. Y así una hora... Además el monje va pasando uno a uno y con una vara ancha te da cuatro veces en la espalda (una vez lo has saludado y te quedas inclinado, luego lo saludas otra vez y le das las gracias por pegarte).

Y encima pagas la experiencia! Bueno, no es tan malo como parece, lo peor es aguantar la posición (no tengo mucha flexivilidad). Los bastonazos suenan mucho pero no duelen demasiado. Y fuera lloviendo... algo para recordar!

Después de dos rondas hemos pasado a otra habitación y nos han servido té verde y una pasta (muuuuuuy bueno todo!!!). El monje conversado con todos y parecía gracioso porque todo el mundo reía mucho. También ha preguntado de dónde era cada uno y cuando he dicho Barcelona todo eran "ooooh sugoi" (que guay!).

Ah! Antes de pasar a meditar, un monje más mayor me ha firmado un autógrafo (parece que es famoso, he visto que vendía varios libros) y el tío se ha puesto a hablarme en castellano y me ha cantado el "caaaanta y no llooores"...

Después, ya oscuro pese a ser sólo las 6, hemos cogido el autobús para ir a Kawamarachi y comer en uno de sus miles de restaurantes. Mi amigo italo-japonés ha elegido uno de ramen, así que por 880 Yenes hemos cenado cosa fina. La camarera ha estado hablando conmigo en inglés, muy simpática!

3 comentarios:

  1. Qué puntazo lo de Camarón, de momento pinta muy bien tu viaje, sigue contando, que aquí seguiremos leyendo.

    Javi.

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  2. Sin palabras estoy!
    Camarón? en Kinkakuji? y eso como se entiende?
    Vaya tela, un día muy bien aprovechado por lo visto!
    A ver si lo del Zen te lo tomas como rutina que dicen que va 'mu' bien para relajarse!

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  3. Pues sí, Camarón :) Y de hecho hice lo mismo en el Hikari (el tren express hacia el aeropuerto). De verdad, fue muy curioso!

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